Vamos a titular esta reflexión “ser cofrade” que es la pretensión de todos los hermanos que formáis parte de esta institución y además porque incide en lo fundamental vuestro: la identidad (experiencia fundante de la persona) y el sentido propio de la asociación.
Decir “soy cofrade” es referirse a la experiencia personal del sujeto que pronuncia dicha frase y hace referencia a su identidad específica. De entrada, esta identidad de ser cofrade, podemos decir, que se realiza primordialmente en la salida procesional de la Hermandad en su estación de penitencia. Pero, es necesario resaltar que no basta solo con esta “salida“ procesional externa ni basta solo con afirmar vivir una “devoción” especial a la imagen o icono procesional para tener identidad cofrade. Además dicha identidad “cofrade” ha de tener el adjetivo “cristiano” para que pueda ser reconocida como tal en la comunidad eclesial.
Primero, por tanto, para decir “soy cofrade cristiano” es necesario que se tenga experiencia personal interior de fe que produzca una identidad profunda de adhesión a Cristo, en esta sociedad actual plural y secular. No basta la exterioridad de vestir un hábito nazareno y salir procesionalmente o realizar otros actos litúrgicos públicos. Y para tener experiencia interior cristiana hace falta “interiorizar”.
¿Qué es interiorizar? Darse cuenta que lo fundamental del ser humano va “por dentro”. Supone madurar en un proceso vital que busca descubrir el sentido de vida en el interior de la conciencia personal. Que lo fundamental es “ser” no tanto “poseer” o “tener”. Este “ser” se puede conjugar con “sentir interiormente”, con “amar”, con “gozar o alegrarse” etc. Y siguiendo la dinámica de la interiorización lo más superficial son los pensamientos o las ideas mentales y desde ahí el camino va hacia el silencio mental y más profundamente es la contemplación.
Y segundo, es necesario tener identidad cristiana. Es decir, darse cuenta del contenido fundamental del mensaje del evangelio y vivirlo como adhesión personal a Cristo que supone conocer y encarnar en la vida personal los valores del evangelio de Jesús como Buena Noticia: Que llega el Reino de Dios a la ida personal y comunitaria.
Todo esto es un proceso, una dinámica. Pero es necesario “entrar” en esta dinámica de maduración personal mediante la interiorización y la identidad cristiana por el conocimiento del evangelio de Jesús.
Marcelino Sánchez Vázquez, S.J.