El nombre de Torreblanca es hallado de forma escrita en unos documentos municipales en los que se detalla que en el año 1484 se realizaron obras de restauración o mantenimiento en el Molino de Torreblanca, dirigidos por quién fuera el “Obrero Mayor” de la Ciudad, D. Fernando de Abreu, dentro de una lista de otros monumentos, caños y edificios, que también dirigió.
En 1818 en una guía de caminos confeccionada por D. Santiago López se explica la ruta desde Madrid a Sevilla y aparece el nombre de Torreblanca en una de las mismas. En esta se cita: “Camino Real de Andalucía. Madrid para Cádiz. Camino General de rueda”. Al llegar a “Alcalá de los Panaderos, Río Guadaira, puente. Aquí se toma el camino a la derecha por Torreblanca. Sevilla.”
Todo parece apuntar que un pequeño foco vecinal se comienza a crear en torno a un molino, un cortijo y posiblemente a una histórica posada, que a mediados del siglo XX, alrededor de una fábrica de jabón y con una “torre blanca”, una construcción de torre vigía muy posiblemente almohade, con un pequeño portillo y escuetas ventanas, de ladrillo de barro y encalada, por donde pasaban los Caños de Carmona. El nombre que toma el acueducto se debe a su llegada a la Ciudad por la Puerta de Carmona. El acueducto de origen árabe levaba el agua desde la vecina Ciudad de Alcalá de Guadaira a Sevilla.
A su paso por esa zona del asentamiento de la torre blanca, el acueducto estaba aún soterrado y cada cierta distancia contenía hacia el exterior una lumbrera o registro de acceso en el suelo que servía para labores de limpieza o simplemente para acceder al preciado elemento.
Es por estas circunstancias que el barrio en su inicio pase a llamarse Torreblanca de los Caños y por ende, la zona más meridional del asentamiento posteriormente pasara a llamarse de Las Lumbreras.
Es por entonces, también a mediados del siglo XX cuando establece Parroquia del Inmaculado Corazón de María (1950), en plena explotación demográfica, que en pocos años, tras la compra de terrenos segregados por los propietarios de fincas de la zona, el éxodo provincial y regional, fuera engrosando la collación rápidamente.
En unos escasos 10 años aproximadamente se promovió en la zona nueva, la más alejada de aquel primitivo asentamiento junto a la torre blanca, la construcción de un conjunto de bloques de pisos muy sencillos desde el Patronato de Casas Baratas de la Ciudad, que albergaría también a personas reubicadas de asentamientos precarios como el primitivo Vacie o corralones de vecinos de Triana y otros puntos de la Ciudad.
Dado ese crecimiento vertiginoso de población en el barrio, la parroquia de inicio se segrega y se erige el Templo Parroquial de San Antonio de Padua para atender las necesidades de la creciente feligresía. Muy probablemente, según algunas memorias recabadas, la primera dedicación pensada para la advocación o título de la Parroquia bien podría haber sido la de Virgen de la Oliva, dado que en el terreno circundante de la nueva construcción era todo de olivos, pero finalmente fue dedicado al Santo de Lisboa, quizá traído a colación por la cercana Hacienda que lleva su nombre en la zona suroeste del barrio, hoy parque también con su nombre, Hacienda de San Antonio.